El pueblo panameño debe ser beneficiario directo de la relación Panamá -China

Anayansi Turner

La apertura de las relaciones diplomáticas chino-panameñas el 13 de junio de 2017 y la visita oficial del primer mandatario chino a nuestro país en medio de una coyuntura pre-electoral nos hace reflexionar acerca de los saldos que las mismas dejan al pueblo panameño.

No cabe duda que el reconocimiento formal del gigante asiático por parte del Estado panameño, aunque tardío, es un acto legítimamente soberano y paso trascendental en el camino de diversificar las relaciones internacionales y de establecer vínculos de cooperación y entendimiento mutuos con las diversas naciones del orbe, alejado de la tradicional política de los gobiernos de subordinación a los intereses de la potencia norteña, la cual siempre nos ha concebido como su ‘patio trasero’.

La firma de casi una treintena de acuerdos a raíz de la formalización de las relaciones y el curso que están tomando las negociaciones de un Tratado de Libre Comercio entre ambas naciones nos hace predecir sin mucho esfuerzo que los sectores empresariales panameños, sobre todo los dedicados al comercio y servicios (con énfasis en transporte y turismo), serán los grandes beneficiados.

El pueblo panameño recibió muestras de solidaridad y apoyo por parte del pueblo chino en momentos claves en que estuvo en juego nuestra soberanía como lo fueron el 9 de enero de 1964, la realización del Consejo de Seguridad en 1973 y la invasión en 1989.

El actual presidente chino, Xi-Jinping, ha manifestado que ‘debemos ser socios de cooperación de beneficio mutuo y ganancias compartidas’ en una relación bilateral ganar-ganar, lo cual significa para China Popular afianzar sus intereses económicos y políticos comprendidos en su estrategia de la Franja y la Ruta.

Aunque se comprende la representatividad del Estado panameño por parte del gobierno de turno, consideramos que las nuevas relaciones deben significar beneficios directos para la población panameña –cuyo 6% lo constituyen personas de la etnia china-, en términos de coadyuvar al desarrollo del país, lo cual implicaría superar la plutocracia, con sus secuelas actuales de clientelismo y corrupción, en los próximos comicios, y construir democráticamente un Plan de Desarrollo Nacional. La cooperación bilateral debe darse, entre otras cosas, sobre la base del respeto de la mano de obra nacional; y que en el intercambio académico y cultural primen el mérito y la representatividad social y no el favoritismo político.